03 marzo, 2005

Personal del INM, policías y militares, en el tráfico de indocumentados

Solecito Visitador de la CNDH documenta abusos contra los migrantes en Chiapas

VICTOR BALLINAS ENVIADO

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Faltan recursos para apoyar a los indocumentados FOTO CNDH

Tapachula, Chiapas. Aquí no hay buenas noticias, dice el padre Flor de María Rigón, director del albergue Belem, en el que se da refugio a migrantes centroamericanos, al quinto visitador general de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Mauricio Farah Gebara. Aquí, en la frontera sur, "la impunidad está desde la primera hasta la última autoridad", expresa.

Afuera del albergue decenas de migrantes guatemaltecos, hondureños y salvadoreños toman un descanso antes de seguir su viaje en busca de mejores oportunidades de vida. Su meta es llegar a Estados Unidos, pero antes les espera un largo y sinuoso camino.

"Si yo fuera Dante les diría pobres de los que entren allá, donde hay gemidos y no hay regreso", parafrasea el sacerdote Flor de María.

Durante una entrevista que sostuvo con el funcionario de la CNDH, el director del albergue expone: "Aquí, además de impunidad, hay corrupción en (el Instituto Nacional de) Migración, las policías y el Ejército. Ya lo denuncié varias veces. Inclusive como soy miembro del consejo del Instituto Nacional de Migración, ya le dije a la comisionada Magdalena Carral que hay irregularidades, tráfico de personas, extorsión. Hasta se lo dije al secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda.

"Los elementos de la Policía Federal Preventiva asignados al aeropuerto y a las estaciones de autobuses extorsionan, roban y abusan de los migrantes. Esto ya lo saben las autoridades, pero no toman cartas en el asunto."

Farah Gebara escucha al padre Flor de María Rigón, quien no oculta su indignación y enojo por los calvarios que, dice, tienen que pasar los migrantes centroamericanos que se dirigen a Estados Unidos.

Las autoridades mexicanas "se han dado cuenta tarde del problema que representa la Mara Salvatrucha. Desde hace cuatro años le dijimos cómo opera esa banda, qué objetivo persigue y cómo actúa. Aquí, en el albergue, tuvimos a una muchacha que se salió de las filas de los maras. Pudo hacerlo porque el jefe de la banda se enamoró de ella y la ayudó".

Con la información que la joven proporcionó a los responsables del albergue se buscó alertar a las autoridades, pero "no nos hicieron caso. Lo dijimos, pero no creyeron. Ahora ahí está el problema".

El visitador de la CNDH preguntó al religioso qué problemas enfrentan los migrantes que van hacia Estados Unidos. "Uy, todo les pasa. Además del crimen organizado, el tráfico de personas. Inclusive la venta de recién nacidos y tráfico de órganos, extorsión, intimidación y abuso por parte de todas las corporaciones policiacas y el Ejército", respondió.

El sacerdote hace una pausa, medita y señala al visitador: "Imagínese: aquí vino un responsable de una estación migratoria y me dijo 'a mi escritorio me llevaron un sobre con 20 mil pesos, lo arrojaron frente a mí. Pregunté qué era eso, y me respondieron que para usted habrá uno igual cada 15 días'. Desde luego dije que no, y entonces me advirtieron: 'tenemos el celular de tu mujer, sabemos a qué escuelas van tus hijos, conocemos sus movimientos. Padre, me quedé desconcertado, pues apenas llevaba una semana en el cargo". Después de ello, pregunta el religioso a Farah Gebara: "¿Cómo no va a haber corrupción? ¿Quién está dispuesto a ser héroe? No sólo está eso del crimen organizado, sino también los asaltos que cometen policías contra indefensos migrantes y ya no se diga también los soldados".

El religioso hace memoria de los migrantes que han pasado por su albergue y denuncia ante el visitador: "Claro que hay crimen organizado, el cual está protegido por alguien. Aquí, al albergue, nos llegaron dos jovencitas centroamericanas embarazadas. Cada una llegó por su camino, nos dijeron que iban rumbo a la frontera norte. Las recibimos y ayudamos, pero al día siguiente se presentaron unas mujeres bien vestidas que no tenían ningún parentesco con éstas. Sospechamos de ellas y pedí ayuda a la policía. Insistí, hablé incluso a Migración, porque las señoras eran extranjeras, pero nadie acudió a mi llamado.

"Después de muchas horas las mujeres se dieron cuenta de que algo ocurría. Quisieron irse, las corrí de mi albergue, y me dijeron que tenían papeles, que yo no sabía quiénes eran."

Después, relata el padre, "platiqué con una de las muchachas embarazadas. Confirmé lo que temía. Iban a dar a luz en Estados Unidos, sus bebés se los iban a entregar a esas señoras. Les expliqué los riesgos y les ofrecí que si no querían tener a sus niños les podríamos buscar acomodo. Una se arrepintió de vender a su bebé y regresó a su país. ¿Cómo ocurren estas cosas si no hay complicidad y se hacen de la vista gorda en Migración?"

El visitador pregunta al sacerdote si tiene identificados los lugares donde se extorsiona y agrede a los indocumentados centroamericanos. "Hombre, las patrullas custodian autobuses que transportan a migrantes. Los llevan por la selva, por donde no hay caminos. Uno se pregunta qué andan haciendo ahí, y la respuesta es muy simple: evadiendo la revisión migratoria. Pero eso no es todo. Apenas corrieron el punto donde se ubica la caseta de cobro. Ahora la pusieron más a la orillita, y desde ahí iniciarán la extorsión y los asaltos", asegura el padre.

1-03-2005

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