13 marzo, 2006

Riñones a 600 euros

Riñones a 600 euros
Sergio Rodríguez Sánchez*

1 de julio de 2005

El transplante de órganos es una operación cada vez más común y sencilla. Los riesgos son ya muy reducidos y salva las vidas de muchas personas. Pero encontrar un donante nunca es sencillo, las listas de espera son largas y el tiempo de los pacientes limitado. En tales circunstancias, no es extraño que florezca un mercado negro de tráfico de órganos al que pueden recurrir quienes pueden pagar grandes cantidades de dinero.

Un mercado suculento que las mafias se han apresurado a controlar. La demanda de órganos en los países más desarrollados es cada vez mayor que en el resto, y en la mayoría de ellos el sistema de donaciones está regulado y prohibida tanto la venta como la especulación. Sin embargo, la mayor parte de los compradores provienen de estos países, y recurren a mafias que se abastecen en las zonas más pobres del mundo, como India, China, Mozambique o Sudamérica.

En muchas ocasiones no hace falta recurrir a la extorsión, al asesinato o a las cárceles. Hay zonas en las que vender un riñón es la única forma de conseguir el dinero necesario para sobrevivir. Por ejemplo, en el valle del Hokse, Nepal, dicha práctica se ha convertido en algo tan común que asusta. En algunos pueblos el 15% de la población ha vendido uno de sus riñones. El método es sencillo: se acuerda un precio, se cruza la frontera con India, camino de algún hospital en el que alguien lo suficientemente rico espera un transplante y se lleva a cabo la operación. Pero el regreso no es tan fácil, puesto que una vez completada la venta lo que menos importa es la salud del vendedor, que es “empaquetado” lo antes posible de vuelta a Nepal, sin las atenciones necesarias, para no levantar sospechas. Todo por 50.000 rupias (unos 600 euros). El precio de venta al público se multiplica debido a los intermediarios.

Cantidades insignificantes que, lejos de favorecer al desarrollo de zonas tan pobres, contribuyen a sumirlas más aún en la pobreza. Mientras, las fuerzas de seguridad de los países en los que, como Nepal, el tráfico de órganos es habitual, no hacen nada por remediar la situación. En unos casos tienen otras preocupaciones; en otros el soborno está a la orden del día. Lo mismo ocurre con los gobiernos.

Desde el mundo desarrollado se critican todas estas prácticas, las organizaciones médicas condenan el tráfico de órganos, pero a la hora de la verdad no hay medidas eficaces para erradicarlo. En muchas ocasiones se ocultan estas prácticas y se niega su existencia, pero lo cierto es que no es difícil hacerse con un catálogo de precios ni contactar con alguien que puede conseguir un órgano rápido y sin preguntas. Lo difícil es pagar lo que se pide.

Es necesario actuar para que esta práctica no se extienda. No se puede permitir que se comercie con seres humanos ni con sus órganos. Mantener un control exhaustivo sobre los transplantes de órganos y establecer fuertes sanciones parece una buena medida para comenzar a atajar el problema, que no es de los países empobrecidos, sino de los del Primer Mundo, pues es en ellos donde se crea la necesidad.

El desarrollo de la medicina permite grandes mejoras. Una de ellas es la posibilidad de transplantar un órgano maltrecho. Pero dicho órgano no se puede conseguir de cualquier manera, sino a través de una donación voluntaria, sin recibir nada a cambio. El abastecimiento a través de las mafias, en países del Sur, no sólo es injusto e ilegal, sino también inmoral, pues no se puede poner precio a la vida.


* Periodista

No hay comentarios: