08 octubre, 2005

Un albaceteño descubre en un viaje en moto la miseria que hay entre EE UU y Argentina


Una aventura de 15.000 kilómetros
Una aventura de 15.000 kilómetros
En México: Curiosa imagen tomada en México. En Argentina: El aventurero, en la zona de Córdoba. En Nicaragua: Los aventureros pasaron por San Carlos. En Chile: Una de las fronteras de acceso al país. En EE UU: En el consulado de Los Ángeles, con I. Arias.
Mientras la mayoría de la población aprovechaba las vacaciones para descansar, Guillermo Bonivardo vivía una aventura que le iba a cambiar, sin saberlo, su imagen del mundo y su concepto de la improvisación en los viajes.

En 33 días, este albaceteño de adopción vivió toda una vida, sorteando los disparos de unos atracadores en Perú, soportando temperaturas de hasta 51 grados en Méjico y menos 21 en Argentina y viendo en primera persona lo que es la pobreza y hasta qué punto se explota a los niños en determinadas zonas del Planeta.

Bonivardo no esperaba, ni de lejos, lo que se iba a encontrar cuando empezó a programar esta aventura, que en principio le iba a llevar a recorrer 15.000 kilómetros en moto durante un mes.

El 22 de julio, este ingeniero italiano afincado en Albacete partía con la intención de recorrer los 15.000 kilómetros que separan Estados Unidos de Argentina. Partiendo desde San Francisco, Bonivardo quería atravesar 15 países acompañado de un mejicano, un argentino y un americano.

Los objetivos de la hazaña estaban claros, pero lo que nunca hubieran imaginado estos cuatro amigos es la cantidad de obstáculos, naturales y fruto de la mano del hombre, que se iban a encontrar por el camino. Los cuatro tenían y tienen la intención de escribir un libro sobre el viaje, ya que el dinero que recauden con el proyecto irá destinado a los niños pobres que se han encontrado por el camino y a la creación de un museo para el Automóvil Club Mancha.

Hoy, un mes después de terminar el viaje, Bonivardo ha retomado la rutina y ya está en Albacete trabajando, pero aún le cuesta creer todo lo que ha visto y lo que le ha pasado en 33 días.

México y Honduras

En México y Honduras, a estos cuatro amigos, que creían que a sus 38 años ya nada podría sorprenderles, se les cayó el alma a los pies cuando les intentaban vender un niño en cada esquina. «Te preguntaban que de qué color lo querías, de qué edad y si lo preferías sin papeles por 500 euros o con papeles por 1.000 euros». Mientras tanto, la policía comentaba a estos motoristas -un médico, dos ingenieros y un transportista- que se vendían niños para el tráfico de órganos y la prostitución. Conforme pasaban los días y los kilómetros, las carreteras de asfalto se acababan y dejaban atrás la civilización para pasar, a partir de Guatemala, a caminos intransitables y a escenarios de pobreza extrema. Y es que la imagen turística que ofrecen las agencias de viajes poco tienen que ver con el paisaje de pobreza y hambre que estos aventureros se encontraron en Centroamérica.

Los 3.000 primeros kilómetros, desde Los Ángeles hasta México DF fueron un paseo. Los cuatro amigos disfrutaron hasta entonces de la carretera y de sus motos antiguas. Sin embargo, a partir de ahí, recogieron nuevas motos casa de unos amigos y empezaron el calvario. Se acabó entonces el agua caliente y con ella la civilización. Raro era el punto en el que no se les acercaban mujeres y niños desesperados.

Vicisitudes

En Colombia les atracaron a punta de pistola y en Perú tuvieron que sortear los disparos de unos asaltantes mientras huían. Les llegaron a robar todo menos las motos, ya que los ladrones eran jóvenes que buscaban dinero y objetos de valor de fácil salida en el mercado negro.

Pero el hombre no fue el único obstáculo que se encontraron en el camino, ya que en Panamá estuvieron muy cerca de abandonar y regresar a casa cuando una oleada de lluvias torrenciales dejó a los cuatro aventureros sin ropa y con los pasaportes irreconocibles. Habían pasado ya 15 días de viaje y las fuerzas empezaban a flaquear. Hacían una media de 500 kilómetros al día a una velocidad que no superaba los 60 kilómetros por hora.

Atravesaron Estados Unidos, México, Guatemala, Belize, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, Guyana, Brasil, Paraguay y Argentina.

De todo el recorrido, lo que más sorprendió a los cuatro amigos fue la violencia de Colombia y Honduras, a donde no volverían; el calor de México, el frío de Argentina y, sobre todo, la pobreza de Perú. Los 51 grados que tuvieron que soportar en México no los olvidarán nunca. Precisamente, aquí perdieron dos días porque Guillermo, deshidratado, tuvo que pasar 48 horas ingresado en un hospital.

Injusticias

En el libro advertirán de la pobreza, de las injusticias que se cometen contra los niños y también de la locura que supone emprender este viaje en moto en pleno mes de agosto, de ahí que los cuatro amigos se hayan comprometido a no repetir si no es montados en un 4x4.

No obstante, a lo largo del camino se encontraron con un matrimonio alemán, de más de 70 años, que estaban dando la vuelta al mundo en una furgoneta y a dos catalanas que estaban haciendo auto stop.

Guillermo, Gerardo, José y Jhonny aún no se han podido quitar de la cabeza los carteles de las aduanas que rezaban: «Permitan que los niños sean niños», cuando ellos pudieron comprobar que los niños eran una mercancía más en unas zonas en las que la vida no valía nada.

Precisamente, si algo les quedó claro al acabar este viaje es que «teníamos que hacer algo por estos niños». «Podías dar de comer a un niño por menos de 50 céntimos», recordaba Bonivardo.


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