03 septiembre, 2005

Sanidad quiere que los trasplantes de riñón de donantes vivos alcancen el 10 por ciento


Admite que será necesario extremar los controles para evitar el tráfico ilegal, un riesgo en otros países

Rosa Serrano


Madrid- Para quien espera un trasplante de órganos, España es el mejor lugar donde vivir. Nuestro país es líder mundial, con una tasa de donación de 34,6 por millón de personas y el porcentaje de negativas a donar los órganos de un familiar fallecido más bajo del planeta (un 17,8 por ciento). Pero a España le queda una asignatura pendiente: los trasplantes de riñón de donante vivo. Estas intervenciones sólo representan el 2,8 por ciento de los 2.125 implantes renales, una de las tasas más bajas de Europa. Por eso, Sanidad se ha propuesto que hasta el 10 por ciento de los riñones que se trasplanten en nuestro país procedan de un donante vivo.
Así lo anunció ayer el Ministerio, tras la publicación del informe 2004 de la Comisión de Trasplantes del Consejo de Europa, que evidencia el retraso de nuestro país en estas operaciones. De acuerdo con este documento, el trasplante renal de vivo supone, de media, un 13 por ciento del total en la UE. En Latinoamérica y Australia la tasa es del 38 por ciento y, en Estados Unidos llega hasta el 41,5 por ciento.

Una operación controvertida. «En España se ha desarrollado tanto la donación de órganos de fallecidos que no se ha percibido la necesidad del donante vivo». Así lo explica Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT). A su juicio, también es necesario fomentar este tipo de intervención, pues en la actualidad hay 4.200 enfermos que aguardan un riñón y que deben esperarlo una media de dos años.
Sin embargo, extraer un riñón a una persona completamente sana para regalarlo a otra enferma es una operación controvertida. «En muchos países, el tráfico de órganos son un riesgo, sobre todo cuando el donante y el receptor no están emparentados», admite Matesanz. Y el riesgo es alto: en cuanto se detectan casos de fraude, las negativas a donar aumentan.
Sin embargo, el director de la ONT cree que en nuestro país no es fácil hacer nada ilegal con los órganos. «Nuestra legislación obliga, en caso de donación de vivos, a acudir a un juez para que certifique que no ha habido ninguna presión. Un trasplante así no se hace de la noche a la mañana». De todos modos, Matesanz considera que, por seguridad, «deben restringirse al ámbito familiar o de amistades muy estrechas».
Pero el fraude no es la única dificultad que plantea el trasplante renal de vivo. También está el riesgo para el donante. No obstante, la escasez de órganos de fallecidos jóvenes y el avance de la cirugía laparoscópica, que disminuye las molestias para los donantes vivos, justifican, a juicio de Matesanz, el propósito de fomentar estas intervenciones.
«El trasplante de vivo ha mejorado los resultados, el riñón funciona, de media, seis años más», explica. Por ese motivo espera que, en dos años, estas intervenciones pasen de 60 al año a 250.

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