08 junio, 2005

Cada dos días se hace un trasplante de órganos en la sanidad vasca

En la última década se superaron las 1.200 intervenciones de riñón y 500 de hígado, pero se piden más donaciones. Euskadi cuenta con 47,7 donantes por cada millón de habitantes

SAN SEBASTIÁN. DV. Un trasplante cada dos días. Es la cifra de intervenciones que se realizan en el Hospital de Cruces, en Bilbao. Se podrían hacer el doble. En Euskadi existe la infraestructura necesaria, pero escasea lo más importante: los órganos. En la última década, en el País Vasco se han realizado más de 1.200 trasplantes de riñón y más de 500 de hígado. A pesar de este ritmo, y de los más de 55.000 futuros donantes registrados en la asociación de donantes de órganos Alcer de Gipuzkoa, desde la organización se reclama una mayor implicación de la sociedad respecto a este tema. «Creo que es hora de que la gente se mentalice de que cuando su cuerpo ya no sirve para nada, puede dar muchas vidas», explica Xabier Irastorza desde la citada asociación. Es un mensaje que hoy, Día del Donante de Órganos, adquiere especial eco.

Un pulmón vive dos horas; un corazón, tres. Durante este margen de tiempo los órganos extraídos a un fallecido se mantienen útiles para poder ser trasplantados a otro cuerpo. Pasado este intervalo, no hay nada que hacer. Se trata de una carrera contrarreloj, una lucha contra el tiempo en la que organización y coordinación de los servicios implicados son fundamentales. Estas dos cualidades están presentes desde hace 27 años en Euskadi, «donde no se pierde ningún órgano», como asegura Irastorza con orgullo. La comunidad, además, se encuentra a la cabeza de España en número de donantes de órganos, con un ratio de donaciones de 47,7 donantes por cada millón de habitantes (la media española es de 34) y sólo el año pasado se pudieron aprovechar 130 riñones de 75 donantes.

A pesar de los datos, no hay razón para el optimismo y, como indican desde Alcer, «las donaciones nunca sobran». Son muchas las personas que cada año mueren en Euskadi mientras esperan la llegada de un hígado, un pulmón o un corazón. Porque el camino para llegar a culminar un trasplante con éxito no es fácil. A las escasas horas de margen para poder implantarlo en el nuevo cuerpo, se añade el siempre temido rechazo. La biomedicina ha avanzado de manera espectacular y el índice de rechazos es cada vez más reducido; sin embargo, la posibilidad siempre está presente porque un rechazo puede producirse en cualquier momento. Aún así, en Euskadi se realizan cada año entre 1.000 y 1.250 trasplantes (800-900 de tejidos y 200-250 de órganos).

Negativas familiares

A estos factores hay que sumar uno más, uno de los principales frenos para las donaciones de órganos: las negativas a donar los órganos de un ser querido. Entregar el corazón, el hígado o los tejidos (córneas, huesos, piel...) de padres, hijos o hermanos recién fallecidos es un trago amargo para la mayoría de los familiares. Sin embargo, el porcentaje de negativas en el País Vasco es prometedor y el más bajo de España: un 6%, respecto al 19% de media española.

La ley establece, desde el año 1977, que si una persona es donante, los servicios sanitarios pueden proceder a la extracción de sus órganos nada más fallecer, aun sin contar con la autorización de su familia. A pesar de esta normativa, en la práctica siempre se consulta antes con los familiares, «lo que a veces ocasiona problemas y la pérdida de órganos de muchas personas que en vida habían decidido que se aprovecharan sus restos», dice Irastorza. En otros lugares de Europa, como los países nórdicos, se procedió durante un tiempo a aplicar la ley «sin tapujos». La experiencia demostró que decisiones tan drásticas provocan «un enorme rechazo por parte de la sociedad»; tanto, que en el norte de Europa supuso un notable descenso del número de donantes.

Hasta hace pocos años la negativa de los familiares estaba condicionada en muchos casos por las creencias religiosas, que les impedían tomar la decisión de permitir la extracción de los órganos. Una actitud errónea, según Irastorza, ya que «ninguna religión impide el trasplante». Aunque en la actualidad la sociedad es más abierta, «aún queda mucho camino por recorrer y hay que concienciar a la sociedad para que asuma como natural este ejercicio de solidaridad».

Un negocio rentable

Un alto ejecutivo japonés necesita un trasplante de hígado con urgencia pero, a pesar de tener dinero suficiente, la legislación de su país prohíbe esta práctica médica. No hay ningún problema. Coge un avión, vuela hasta Filipinas y allí consigue su ansiado órgano, «sea como sea, incluso pagando por asesinar a alguien para quedarse con sus vísceras», señala Xabier Irastorza, presidente de Alcer Gipuzkoa. No se trata de la trama de una película de terror, sino de una realidad «más común de lo que puede parecer», con los países ricos como receptores y los del Tercer Mundo como «abastecedores», según Irastorza.

Brasil es uno de estos países, donde ha podido comprobarse que el número de niños brasileños que salen como objeto de adopciones internacionales «no cuadra» con el que se registra en el extranjero. Argentina, Honduras y Perú figuran también entre la lista de países afectados, y países asiáticos como Filipinas, Tailandia o India recogen múltiples denuncias.

El tráfico de órganos es un lucrativo negocio que anualmente genera miles de millones de dólares de beneficios. Las mafias efectúan todo tipo de acciones, «desde secuestros y asesinatos a robos de cadáveres... Todo vale», dice Irastorza. Afortunadamente -según explica el representante de Alcer Gipuzkoa- esta situación no es posible en España, ya que los trasplantes sólo pueden realizarse a través de la Sanidad pública y tras haber pasado por rigurosos controles.

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