08 junio, 2005

Ante el tráfico de órganos

Acento de mujer

Lourdes Casares de Félix

Acompañé a una amiga a una casa que tiene en el campo y escuché alarmada cuando el cuidador, originario de un pueblo pequeño de Chiapas, le platicaba sus preocupaciones.

Resulta que don Fide, como le llamaban, estaba angustiado por sus sobrinos del pueblo, ya que algunos muchachos habían desaparecido un tiempo y cuando los encontraban tenían unas cicatrices grandes en el cuerpo, las cuales delataban que les habían extirpado algún órgano.

Insistía en que muchos habitantes del lugar habían visto un camión con un gran congelador que pasaba por la noche.

Recordé una historia macabra que me había relatado una prima: resulta que su empleada doméstica llevó a su hijo de tres años a un hospital porque tenía síntomas de neumonía; cuando fue por él al día siguiente lo encontró ciego, sin córneas. El personal médico que la atendió insistió que así había llegado y no podía hacer nada.

Resulta que cuando tengamos que permanecer en un sanatorio tendremos que pedir un inventario de nuestro organismo para evitar un saqueo clandestino.

En la actualidad hay miles de personas que para seguir viviendo o mejorar su calidad de vida necesitan un trasplante y la realidad es que no existen donadores. Las listas de espera son cada vez más largas y en México no se ha desarrollado la cultura de donación de órganos. El índice de trasplantes es apenas de 1.67%.

Para que un trasplante llegue a realizarse es necesaria una intervención médica especializada y de la generosidad de la sociedad para contribuir con las donaciones. Una vez declarada muerta una persona el tiempo que transcurre es vital para que los órganos sigan siendo aptos para cualquier trasplante.

En alguna ocasión escuché la historia de una persona que, en su desesperación económica, anunciaba en venta uno de sus riñones. Pero las disposiciones reglamentarias son claras: el comercio de órganos y el lucro están prohibidos.

El trato debe establecerse bajo un principio altruista y de confidencialidad. Sin embargo, se encuentran situaciones de tráfico de órganos, ventas clandestinas y engaños de médicos sin ética.

Sólo podremos evitar este tipo de abusos y ultrajes si somos conscientes de la importancia de donar órganos.

Es necesario sacar una credencial de donador, si se es mayor de 18 años, e informar a la familia de esta decisión para no entorpecer el proceso.

A los mexicanos nos gusta dejar las cosas para mañana, pero es necesario vencer la desidia y tomarnos la molestia de hacer los trámites que se requieren para ayudar a las personas después de la muerte. Dar oportunidad de vida a otros es un acto generoso, no sabemos si algún día nosotros también lo necesitemos.— Mérida, Yucatán.

lucasfe57@hotmail.com

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