18 diciembre, 2004

Una española denuncia el tráfico de órganos en Mozambique

La hermana Juliana Calvo recibirá el premio Mundo Negro a la Fraternidad el próximo 6 de noviembre

David contra Goliat. El convento de clausura Mater Dei de las Siervas de María en Nampula (Mozambique) se ha convertido en el aguijón de las conciencias de traficantes y autoridades políticas. Sus vidas están tasadas en 3.000 euros, pero la hermana Juliana no tiene miedo. "Dios da a cada uno la fuerza que necesita", señala con una sonrisa pacífica que hiela el alma

El próximo 6 de noviembre, la hermana Juliana Calvo recibirá el premio Mundo Negro a la Fraternidad que todos los años otorgan los misioneros combonianos. Ella es la protagonista de una batalla contra el creciente tráfico de órganos en Nampula. En esta región mozambiqueña, el "tráfico" se ha convertido en un creciente negocio. La vida no vale nada y la población autóctona recela de los blancos. Con razón. Más de 1.000 personas desaparecen o son sacrificadas anualmente. Los caminos se han vuelto inseguros y la población autóctona tiene miedo.

La extracción de órganos vitales es ya una larga tradición en Nampula. En el acto de investidura de los reyes locales -todavía existentes- se manda sacrificar a un enemigo. Tras el sacrificio, el rey se siente sobre la cabeza del sacrificado en muestra de autoridad. A estos ritos hay que sumar la tradición de los comerciantes árabes e hindúes emigrados a Mozambique, que arrancar corazones latientes para colocarlo en las paredes de sus casas. Según su sangrienta tradición, el "gesto" da buena suerte en los negocios.

Agreguen a este cóctel los ritos satánicos y la magia negra, que también existen. Todo ello en un país sin medios de transporte público, sin infraestructuras, sin modos de vida para los varones, sin más futuro para las viudas que la prostitución, con un enorme déficit de educación, con una corrupción generalizada y donde las calificaciones de la escuela se compran en dinero o cuerpo. El fin del mundo para las cuatro españolas entregadas al servicio a los demás en Nampula.

Querían misionar y atravesaron la independencia de Portugal, el comunismo, la miseria y las dificultades. Entre ellas, la escalada de tráfico de órganos, que despega en el 2002. Las hermanas escuchan noticias, leen en el periódico, pero continúan su labor de oración y asistencia social. Se sienten incapaces de hacer nada al respecto. Hasta que en el 12 de octubre de 2002, las monjas del Mater Dei tuvieron conocimiento directo del caso Sarima, una niña de 12 años, vendedora de plátanos.

Un hombre le ofreció comprar toda su mercancía. Al día siguiente su cuerpo apareció muerto cerca de la huerta del convento, vaciada de sus órganos vitales y arrancados los ojos. El concejal de la aldea mandó cavar y enterrar el cuerpo de Sarima. La policía exigió 12 euros -una fortuna para las familias mozambiqueñas- si querían emprender la investigación. Obviamente los padres optaron por llevar el cuerpo al su cementerio familiar.

Al poco tiempo, las hermanas tuvieron conocimiento de la existencia de Félix Mario, un chaval que estuvo retenido en la casa vecina al convento durante tres semanas. Su dueño -conocido en la comarca como "el blanco"- lo había "comprado" por 3.000 dólares. "Si quieres ser rico no hace falta que estudies ni que trabajes. Basta con que me busques un niño", le dijo el "blanco" a Dionisio, un pobre hombre sin oficio ni beneficio. Dionisio se lo llevó y cobró. Pero Félix consiguió escapar. Las monjas pelearon para que se hiciera justicia, pero el comandante provincial resultó ser amante de la hermana de Dionisio y el Fiscal General mandó cerrar el caso.

Probablemente Félix estaba en una "casa de engorde". Sor Juliana tiene constancia de al menos dos de estas casas donde se retiene a niños, se les da de comer y de jugar y finalmente se les lleva a sacrificar. "O bien trafican los órganos, o bien las personas", señala sor Juliana, que apunta al hospital de trasplantes de Durban (Sudáfrica) como el lugar donde seguramente acaban estos niños. "Es una red internacional muy bien organizada. Las extracciones de órganos son técnicamente muy buenas. Y Si algún niño logra escapar del engordadero, desmantelan la casa en menos de 24 horas", señala.

Las sospechas sobre el "blanco" saltaron el 27 de octubre de 2002. El policía Saimone -que protege el convento desde que en 1992 la embajada española interviniese para garantizar su seguridad- regresaba a su puesto de vigilancia en bicicleta. Al pasar por la finca vecina, los perros se le echaron encima. El se protegió con su bicicleta y pidió ayuda, pero el "blanco" comenzó a zarandearlo humillándolo. Finalmente otros dos policías consiguieron salvarlo, pero nuevamente el caso quedó impune.

Desde entonces el Mater Dei ha tenido información sobre cadáveres vaciados, aparición de ropas ensangrentadas y niños desaparecidos en las inmediaciones de la finca del "blanco". A finales de 2003 denunciaron a las autoridades de Nampula la desaparición de más de 100 niños y adolescentes así como el hallazgo de fosas comunes de niños vaciados de órganos. La fiscalía les dice que están investigando, pero las muertes y desapariciones se suceden y la policía "tapa" literalmente los cadáveres sin realizar investigación alguna. “Hay gente grande que financia las campañas electorales de los gobiernos y que impide la investigación”, sostiene sor Juliana. ¿Lo ultimo? El pasado 28 de septiembre fueron descubiertos esqueletos humanos en el río Muenedzi, en la ciudad de Chimoio. Unos más, porque todos los agricultores descubren habitualmente esqueletos en sus campos de labranza y no lo denuncian por miedo.

Pero ellas no callan y gritan a los cuatro vientos que el tráfico existe y crece. Siguen denunciando los casos que conocen, “aunque sea como darle patadas a una montaña, nunca se mueve". Tras las 258.000 firmas recogidas por la orden en todo el mundo, la ONU y el Parlamento Europeo propusieron enviar una Comisión de Investigación que fue rechazada por el gobierno: "De momento no es necesario".

Sin embargo, el 5 de agosto de 2004 ya se conoció el 2º informe del Fiscal General, Joaquim Madeira. Se reconoce más de una decena de casos de tráfico en el 2003, aunque opta por no dar nombres en virtud de la "ética profesional". Sí cita en cambio de la brasileña Elilda dos Santos, una a la seglar consagrada que vivió y compartió con el Mater Dei la denuncia del “tráfico”. Elilda regresó a Brasil porque no soportó las presiones de las autoridades mozambiqueños y desesperó ante el freno gubernamental de las investigaciones.

Pero las hermanas no pierden la esperanza, porque como afirma Juliana, "cuanto más cerca se está de Dios, más sensible se es a los problemas que te rodean". Quizás por eso, el Mater Dei -conocido como el pulmón espiritual de la diócesis- ha sido la única voz que ha clamado en el desierto. Ni la Asociación por los Derechos Humanos, ni los conventos vecinos, ni la nunciatura apostólica ha tenido la "fuerza de Dios" para denunciar los atropellos en Mozambique. Y lo seguirán haciendo. No temen a las amenazas de muerte que se llevaron la vida de la misionera luterana brasileña, Doraci Edinger, el pasado 23 de febrero. Porque sólo temen a Dios y realmente viven de El.

"En Europa empezaría por la Iglesia"

La hermana Juliana es una mujer de una fuerza vital y una paz de espíritu que impresiona. Y Ud, ¿qué batallas daría si estuviera en España?, le pregunto. "Yo empezaría por la Iglesia, porque la veo demasiado acomodada, y una persona acomodada es una persona sin fuerza". Este es el diagnóstico de la prioridad para sor Juliana en su tierra natal: hacer despertar a la Iglesia, sembrar el verderaro espíritu apostólico, quemar las almas del fuego evangelizador. "La diplomacia no va muy bien con el Evangelio", señala. Sin ataduras, sin amarres, sin comodidades, sin esperar seguridad alguna. "Dios bendijo el sufrimiento, pero somos demasiado cerrados para verlo", apunta

No es retórica. Es el testimonio vivo de una mujer que trabaja sin descanso por los pobres, enfermos, huérfanos y viudas, que se quema ante la injusticia, que ha sufrido la metralleta a la espalda, el saqueo, la penuria, y el agotamiento. La madre Juliana sabe lo que el comunismo africano. Ha estado cercana a la muerte en varias ocasiones. Sabe lo que es el sufrimiento. A lo mejor por eso sonríe con paz

Por Luis Losada Pescador

En ALBA

No hay comentarios: